EL M[A]C, LA BANDERA Y EL HIMNO NACIONAL

 

EL M[A]C, LA BANDERA Y EL HIMNO NACIONAL

(Oh gloria inM[A]Cesible)




Hernando José Cobo Plata

Y pasarán esos féretros arropados por el tricolor de la patria, baúles con los despojos a medio podrir o ya hediendo de esos próceres de cromos escolares, que se levantaron sobre la sangre sin nombre de los y las que cuyo único catafalco será el monte donde la memoria sin nombre los devore…

y las cornetas destempladas por obligación, tocarán sus dianas de duelo una y otra vez porque la guerra nos carcomió las carnes y los huesos y los sesos antes de que cualquier elegía se pudiese contar o componer, porque el tiempo se astilló como un espejo macerado en dolor y nos condenó a estar en el mismo momento para siempre…

A la hora de la canícula, sudando bajo la camisa del uniforme, formados como escuadra militar en el patio de la escuela, a donde llegan los vapores de orines combinados con el olor de anilinas y dulces recalentados en el fermento del abandono, nos hacen cantar la inmarcesibilidad de una gloria tan borrosa y tan desteñida como los colores del trapo deteriorado y deshilachado al borde del sol abrazador y las lluvias tibias de las tierras bajas.

Me subo a una montaña, en el Arenillo, y miro el surco de dolores donde no germinó ningún bien, donde el dolor yace enquistado en la tierra misma…los campesinos dicen que basta con hincar un azadón para encontrarse con la mirada vacía de la muerte…

el otro surco, el de Dolores no tiene un himno que lo cante…los surcos de Dolores están en el mapa sagrado de su rostro, y de sus manos que quedaron en la soledad acariciando el viento que baja del páramo, esperando que este le susurre el camino a los amados que yacen sin cruces arrullados por los grillos y las ranas…o fueron arrastrados por las aguas río abajo y duermen el sueño del lodo de sus fondos o, asisten desde las turbiedades cenagosas a un perpetuo oficio de cardúmenes, en ese Orinoco colmado de despojos y teñido de sangre y llanto…el Cauca pasando por Trujillo…Ituango…




Querido Oreste de Verdiana estatura, que encallaste en el puerto desastrado de una tierra que tuvo que inventarse la Gloria de sus propias letrinas, donde los escuadrones de galones brillantes desfilaron con elefantes alquilados a Aníbal por las enormes avenidas capitalinas, atravesando los portales y arcos triunfales flanqueados por mudéjares camarines y completando la alegórica escena, doncellas de decencia certificada coronando de laureles las cabezas tricorneadas de los héroes de esta epopeya de cartón piedra…

el libreto de la opereta y el sainete no tuvo un diccionario para las mujeres que venían cuidando la retaguardia de los triunfantes vencedores, cargando sus bártulos, vasijas y bacinillas, las que lucharon con hijos en bandolera prendidos de sus hambrientas tetas mientras empuñaban espada y fusil, las del rancho, las espías, las comandantas… ellas no tuvieron sepulcros de mármol falso en las barrocas catedrales, ni la Virgen se arrancó los cabellos para colgarlos de los cipreses por donde el frío de las necrópolis asienta sus dominios…

solo el varonil aliento de soldados sin coraza ganó la victoria…pero las preseas solo alcanzaron para los del tricornio, es decir, la gente de bien, de abolengos, los patriarcas blancos adecuadamente testiculados y con el blasón de armas grabado en piedra a la entrada de sus aposentos, heredado de sus abuelos peninsulares… los del resto, las mujeres, los indios “de espíritu infantil” y los negros, mestizos y mulatos “de espíritu montaraz y rebelde” se quedaron sin estrofas…ni siquiera un pentasílabo de epopéyica resonancia en la pluma del viejo del Cabrero…

¿dónde está Bénkos en esa hilvanada de prosapia amnésica que repetimos día a día como guacamayas de feria? … y, ¿dónde los que no rindieron sus naciones, ni dejaron arrasar los sellos sin tiempo de sus cosmogonías y sus lenguas?... ¿dónde se nombran los territorios del encantamiento en esa cornucopia de miserias?... en esa seguidilla de héroes condenados a ser cagados por las palomas en la memoria de los parques tristes…que siguen amenazando con aplastar nuestros sueños desde arriba de la eternidad de sus encabritadas cabalgaduras, exhibiendo las gónadas de su poder…

la gran fanfarria anuncia la masa horneada de signos lejanos, incompresibles, injertados en la vida como un órgano al cuerpo…un canto de libertad que vive en el enunciado y muere al tiempo de su enunciación…

anacrónico canto que se convierte en el símbolo fatídico de una guerra inacabada, una construcción de territorios del naufragio, una cortina incidental al tráfago inacabado de la muerte y el abandono …

y disfrazamos la emoción para fugazmente creer que pertenecemos a algo como una patria…una patria, una matria sin nación, que vivimos en algo que se puede llamar país… que nuestra ínfima y poco heroica vida no alcanza para redituar la grandeza del gran poema, ni tampoco corresponder a las fanfarrias epopéyicas de sus rasgadas llamadas…

fanfarrias que se tejen en las ondas del tricolor echado a los vientos, como las alas disecadas para la eternidad del maltratado cóndor que adorna el tope del escudo, obligado a llevar una corona de laurel que parece coronar la victoria de la muerte más que la victoria sobre la muerte…

los mensajeros últimos de las parcas llevan ese tricolor de brazalete… enjuagan el trapo de tres colores en sangre cuando marchan a machacar la vida, cuando langostas hambrientas, dejan solo desiertos en las miradas aplastadas por sus botas y cegadas por las motosierras…revientan los cuerpos a bombazos…violan los cuerpos hasta reventarlos…

Sin libertad y con orden para huir en desbandada por los caminos sin destino del desespero, con el horror pisando los talones y borrando sus huellas para que se pierdan sin regreso, dejando con dolor los surcos abandonados, sin germinar la última semilla de la esperanza, sin encontrar el bien…y buscando la gloria vencida en las cloacas donde vive la miseria…La horrible noche no ha cesado…No sabemos qué es libertad…Las auroras se derraman sin remedio… No hay luz en la invencible noche…

Ginebra, Valle del Cauca, agosto 13 de 2020







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